El virus que llegó a casa

Nos hicieron llegar el siguiente testimonio de una persona recientemente contagiada de COVID-19, con la intención de compartir su experiencia con esta enfermedad esperando que sirva de inspiración para tomar las medidas de prevención necesarias.

Esta enfermedad sonó una alarma que nadie esperaba en el país, recuerdo las primeras noticias de personas acaparando fardos de papel higiénico y abarrotes, me pareció y me sigue pareciendo una actitud muy estúpida, egoísta aunque también con un toque de gracia, pues el país siguió adelante, no hubo desabasto, y los fardos de papel higiénico seguían llegando, sin embargo, aproveché para adquirir todo el desinfectante que pudiera comprar, pues no estaba dispuesta a salir de casa por nada, a esta fecha únicamente he salido 4 veces, siguiendo un protocolo de higienización que a mi familia le causaba gracia y les parecía exagerados, sin embargo, respetaban mi decisión y mis medidas, pues era la única persona que estaba saliendo.

Siempre, para esas 4 salidas, respeté el mismo proceso: Mascarilla nueva, gorra, pelo recogido, sin anillos ni aretes, dentro de la mochila mi dui y el efectivo que necesitara, alcohol gel, un pequeño spray con alcohol 90º y nada más. Las compras que normalmente hacía en dos horas se reducían a 45 minutos, parecía loca rociándome con alcohol y evitando el contacto de todo lo que no fuera indispensable. Al llegar a casa, nadie tenía permitido tocarme ni lo que traía, cerca a la puerta había un cesto con una enorme bolsa plástica para colocar mi ropa «contaminada» (que ya había rociado con alcohol muchas veces en el camino), también estaban la «mesa sucia» y la «mesa limpia», la primera donde colocaba todas las compras (rociadas muchas veces), la segunda donde colocaba las cosas ya desinfectadas; me encargaba de todo ese proceso, pues en mi mente, era mejor que solamente uno tuviera contacto con la mugre.

Sólo en limpiar las cosas tardaba alrededor de hora y media, no estaba dispuesta a dejar entrar ese bicho a la casa, pero no estaba ni cerca de terminar, luego iba a bañarme por completo, parecía una geisha caminando de puntitas hacia el baño. Mi rutina me pareció exagerada a veces, pero considero que fué la indicada: Primero lavaba mi pelo dos veces con gran cuidado que el agua no tocara mi cara, luego el resto del cuerpo, a veces me creía paranoica, supongo que las noticias son una fuente de intimidación ante esta peste. Al terminar mi baño, era momento de lavar la ropa, la dejaba todo el día en abundante agua jabonosa, algunas prendas se mancharon, pero era un precio justo por desinfectarlo bien.

Toda esta rutina se repitió sin ningún síntoma, por lo que consideraba mi casa libre de cualquier bichejo, pero no fué así. La última vez que salí fué 8 o el 9 de junio.

El 30 de junio comencé a sentir un extraño y constante dolor de cabeza, suelo padecer migrañas, por lo que puedo calificarlo de «raro», también comenzó un pequeño aumento de temperatura, si bien no fue gran molestia que me impidiera vivir, si fue suficientemente notorio. El 3 de julio apareció la tos, y desde el 4 hasta 7 un constante ardor en los ojos. Fué el mismo 7 que me alarmé pues perdí completamente el olfato (mi familia siempre me molestaba diciendo que tengo olfato de perro). Todos los síntomas siempre fueron leves, pero perder el olfato me hizo sentir un gran pánico.

Fue gracias a una amiga que logramos una prueba «debajo de agua» (como muchas que están haciéndose según me cuenta), y el 10 me confirmó que era COVID-19 positivo. A pesar que este dia ya no siento ningún malestar, la anosmia persiste, he tomado antigripales todos los días, pero algo me preocupa, y es la incertidumbre del cómo me contagié, quiero echarle la culpa a mis vecinos que nunca respetaron la cuarentena (y uno de ellos trabaja en el gobierno), aunque a la fecha no presentan síntomas. Hoy paso literalmente encerrada para evitar todo contacto con nadie, más que nunca.

Trato de no caer en paranoia, pues al ver algunas estadísticas, más del 70% de los infectados son asintomáticos o presentan síntomas leves, y yo me he sumado a esa cifra.

A pesar de la baja letalidad que el coronavirus ha mostrado en nuestro país, no debe bajarse la guardia en ningún momento, pues los grupos vulnerables son siempre los mayores y personas con afecciones respiratorias de la edad que sea. Mantengamos siempre las medidas de prevención.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *