El desastre de Chernóbil: 26 de abril de 1986, una noche trágica para la humanidad.
(Un tributo a los Liquidadores).
En una fecha como hoy, 26 de abril pero del año 1986, ocurría una de las más grandes tragedias humanas y planetarias del siglo XX.

A la 1:23 de la madrugada con 58 segundos, en la ciudad de Chernóbil, Ucrania. Estallaba el reactor RBMK-1000 número 4 de la Central Nuclear Vladimir Ilyich Lenin de Chernóbil. Provocando el desastre nuclear más fatídico de la historia. Al día de hoy nadie sabe qué fue lo que sucedió con exactitud, la información fue tan escondida por la antigua Unión Soviética que incluso hasta nuestros días hay cabos sueltos. Hoy en día coexisten 110 versiones de lo que pudo haber pasado, pero es casi seguro que nunca sabremos la respuesta correcta. Lo que sí hay que saber es que esa madrugada se intentó hacer un experimento muy mal diseñado por los soviéticos, todo con tal de “ganar” la competencia a los estadounidenses.
La teoría aceptada oficialmente es que esa noche se iba a hacer un experimento aprovechando el mecanismo de rotación de los alternadores con el sistema al mínimo rendimiento, para comprobar cuánta electricidad se podía generar bajo esas limitadas condiciones. Lo cierto es que, incomprensiblemente, los ingenieros a cargo de la prueba: Aleksandr Akímov, Leonid Toptunov y Anatoli Diátlov (éste último siendo el principal culpable) cometen una cadena de errores que llevarían al sobrecalentamiento del reactor nuclear. Lo que a la postre llevaría a la explosión y el desastre.
El Gobierno Soviético hizo hasta lo imposible para ocultarle al mundo el desastre. Por eso fue que la ciudad de Prypiat, con casi 60 mil habitantes, no fue evacuada sino hasta 38 horas después, cuando ya era muy tarde para sus pobladores, que durante casi dos días, habían recibido bombardeos de la letal radiación de los rayos gama, que para ese momento ya les habían atravesado piel y órganos, provocando cáncer a gran parte de ellos y otro tipo de padecimientos a la salud.
Esa noche, se liberó sobre la atmósfera una cantidad monstruosa de energía y radiación. Superior a la que destruyó a Hiroshima o Nagasaki, Japón durante la explosión de la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial. Esta cantidad de energía fue tan grande que se mantendrá ahí durante veinticuatro mil años. Y en el momento, la nube radiactiva le dio tres veces la vuelta al planeta.
Minutos después de la explosión, un técnico nuclear de la planta del que se desconoce su nombre, y para la historia quedó registrado solamente con las iniciales “D.S.” salió al techo del reactor y colocó un rudimentario dosímetro, la lectura de radiación en él es la más grande registrada en la historia: 30 mil roentgen por hora, 50 millones de veces más de lo que puede resistir cualquier organismo vivo. Testigos afirman que, tan solo en segundos, el hombre se desmayó y cayó muerto calcinado por la radiación.

Llegó entonces la decisión más inhumana y cruda por parte de los gobernantes. Al ver que los robots no eran efectivos para llevar a cabo las tareas de limpieza porque, sin comprender, la radiación los hacía volverse locos. En los altos sillones se preguntaron: ¿qué nos sobran? ¡Hombres! Y comenzó así la era de los “robots biológicos”.
Fueron miles las personas que murieron durante esa tragedia. Personas que sufrieron una muerte horrible entre terribles dolores. Personas que vomitaban sus órganos deshechos debido a la radiación.
Cuando se pregunta qué quién puede ser uno de los héroes más grandes de la humanidad, la respuesta deberá ser siempre la misma: fueron y serán 700 mil hombres que dieron su vida para salvar al mundo de un desastre planetario inimaginable para la época. Personas que se sacrificaron en pos de la humanidad. Personas que hoy han sido olvidadas, pero que fueron héroes.

Los llamados “Liquidadores”, fueron los encargados de salvar a nuestro planeta. Entregaron sus vidas y se condenaron a una muerte horrible y segura al recoger con palas, y en algunos casos hasta con sus propias manos, el grafito radiactivo que amenazaba con contaminar al mundo. Trabajando sobre el techo del reactor número 4 sin la protección idónea.
Muchos de ellos fueron engañados, no sabían a lo que se enfrentaban. Se les dijo que se les regalarían casas y que se les daría un salario multiplicado por cien, ellos sonreían felices imaginando los viajes que harían con sus familias con esa cantidad de dinero. Sin saber que no vivirían para disfrutarlo. Otros sí sabían a lo que se enfrentaban, pero propios de la mentalidad de la antigua Unión Soviética no les importó dar su vida por la Patria.
Sin los Liquidadores, Ucrania y Bielorrusia serían hoy la zona muerta, serían hoy dos países completamente deshabilitados y más de la mitad de la población europea hubiese tenido que ser desplazada para siempre de sus hogares. La catástrofe humana, planetaria, natural y económica hubiese sido sin precedentes.
Los Liquidadores que trabajaron sobre el techo del reactor número 4, lo hicieron en un lugar en el que había una radiación de 12 mil roentgen la hora, cuando la dosis letal es de tan solo 50 roentgen. Por eso, se les permitía realizar sus trabajos en el techo por tan solo 90 segundos y a otros por 3 minutos. Hoy en día, médicos especialistas no se explican cómo ellos no caían muertos en el lugar antes de cumplir esos 3 minutos.
Ninguno de esos hombres que realizaron esos trabajos de 3 minutos en el techo del reactor número 4 sobrevivió. Y murieron entre terribles dolores, con sus cuerpos quemados y deshechos por la radiación. Los pocos que sobrevivieron de los otros trabajos murieron meses después debido a enfermedades como el cáncer, o efectos por exponerse a la sobre radiación. Falleciendo entre terribles dolores, piel separada de sus cuerpos, ojos calcinados y vómito de órganos como pulmón e hígado que salían de sus bocas totalmente disueltos.
A los Liquidadores se unieron también alrededor de 500 hombres, mineros de la Región del Donetsk, Ucrania. Que fueron reclutados para abrir un túnel por debajo del reactor y así evitar que la estructura colapsara, ya que de hacerlo, contaminaría uno de los ríos que llevaba agua potable a más de 60 millones de personas. Estos mineros trabajaron bajo tierra soportando temperaturas inhumanas de hasta 50°c. Sin embargo lograron su cometido. Se estima que, al menos, 100 de estos mineros fallecieron tan solo meses después. Y de los otros 400, al menos 300 desarrollaron enfermedades como el cáncer.

Estos mineros no temían a la radiación, ya que, y siempre según sus propias palabras, sino se podía ver, sino se podía oler, simplemente no existía.
Finalmente llegaría el trabajo que pondría fin a la catástrofe: la construcción de una especie de sarcófago por encima del reactor para evitar que esa contaminación siguiera saliendo al mundo.
Lo más triste de esto es que, “oficialmente”, la memoria de estos hombres nunca fue reconocida. Al día de hoy se calcula que se desconocen los nombres, edades y datos del 99% de estos héroes. Ya que el gobierno soviético desapareció los documentos y archivos de estas personas. Para ellos, más que seres humanos, eran solamente números. De hecho, a la fecha, 26 de abril de 2020, 34 años después de la tragedia, los registros oficiales no han sido cambiados. Para el gobierno de la antigua Unión Soviética, la actual Rusia y Ucrania, el número total de fallecidos por el desastre de Chernóbil fue de “tan solo” 31 personas.
Valeri Legásov, el científico y mente maestra que estuvo detrás de la mayoría de las estrategias para contener el desastre, declararía que “nunca en su vida había visto hombres tan valientes”. Legásov, se suicidaría el 27 de abril de 1988 (dos años y un día después del accidente), víctima de la depresión por los hechos acontecidos, por haber sido vetado en su país por su propio gobierno y porque cargaba en su conciencia la muerte de tantas personas. Antes de quitarse la vida, ahorcándose en su departamento en Moscú, dejó cintas de audio en donde contaba todos los oscuros secretos que hubo detrás del accidente y el mal manejo que las autoridades soviéticas le dieron.
Finalmente, el 20 de septiembre de 1996, en un homenaje póstumo, a Legásov lo nombran “Héroe de la Federación Rusa” por su valentía y heroísmo. Si bien él no vio el fruto de su trabajo, gracias a él (y años después) finalmente el gobierno soviético admitió los errores de construcción en los reactores del tipo RBMK-1000. Siendo estos corregidos y evitando así accidentes similares en el futuro.
Pero el gesto de estas personas es de admirar. Su valentía y determinación debe quedar como una lección para nosotros y las futuras generaciones. No podemos dejar que sus hazañas mueran. Gracias a ellos el mundo pudo continuar con “normalidad”. Ellos sacrificaron su vida por el resto de la humanidad.
Por eso, nuestra admiración y respeto a la memoria de estos hombres. Hoy 26 de abril, al cumplirse 34 años del desastre nuclear de Chernóbil.
“Cada mentira que decimos incurre en una deuda con la verdad, tarde o temprano la deuda es pagada. Así es como explota un reactor RBMK”.
–Valeri Legásov.
